Está claro que a nadie le gusta esperar. No es de extrañar, pues, ¿a quién no desespera no saber por qué se espera?. Claro que no gusta esperar: una respuesta, a una persona; una solución rotunda a los problemas (aunque parece que hay personas a las que les tardan demasiado los problemas... ¡qué se le va a hacer¡)... oh¡ el amor, ese amor que pensabas que tenías, pero quizá sea mejor seguir esperando, y mientras tanto entretenerse a la espera de una noche o una mañana de sexo sinfónico. El problema es que normalmente nos entretenemos esperando cosas que, no quiero decir que no sean necesarias, pero sí, que deberíamos fijarnos en otras que estaban antes que nosotros aquí, de las que nos olvidamos, y esas, convertirían nuestra espera en una estancia, una estancia rodeada de maravillas a la espera del fin, ese fin que nadie debería querer esperar. Y así estamos, siempre con prisas...; prisas para todo. Prisas por llegar a trabajar, no se enfade el jefe; pero antes hay que llevar a los niños, que no tienen ninguna prisa, y de camino te encuentras con un montón de gente que tiene mucha prisa y no dudarían en pasarte por encima en caso de gravedad extrema -perdone usted, es que tengo prisa-. Lo peor es que esa gente todavía no se da cuenta de que en realidad no tienen prisa, sino que la prisa se la han clavado en la espalda como si fuese un monigote y... ¡echa a correr¡. Menos mal que nos hemos inventado el ocio. Ese espacio-tiempo-estado con Ph neutro. ¡¡¡Y una mierda¡¡¡. ¿Nunca fuiste a los autos de choque?; allí, cuando suena la bocina, todo quisque corriendo hacia la pista, y no te quedes buscando un 'cochito' cuando vuelva a sonar, porque te vas a hartar de esquivarlos. Luego están los bares, esos lugares tan maravillosos y que tanta información dan sobre las personas. Otra vez prisas..., ¡pero si estamos ociosos, coño¡; pues no; aquí, prisas también -¿qué pasa, que no ves que estaba en la barra con mi billete en la mano cuando tu llegaste y me miraste?, no, estoy aquí adorando a 'Sta. Teresa Añeja del agua dura de las amargas lágrimas de limón y las generosas copas milagrosas', a ver si me acepta la limosna,¡no te jode¡. Aquí otra vez prisa, esta vez aderezada con morro -que se jodan los demás- parece ser la actitud inducida no sé por qué ni con qué necesidad, pero es lo que se ve; ni pizca de amabilidad salvo contadas excepciones.
No. No gusta esperar. Es que estás esperando, claro. Pero si esperas es porque algo viene. Peor sería que no te lo esperaras, ¿no?. Hablo de lo inesperado, no de las sorpresas. Pero dentro de las esperas hay miles de momentos, cuestiones, gestos, pisadas, sonidos, despistes, el final de una historia... que nos perdemos por no saber esperar.